Recuerdo cuando Ricardo Cabrera (Ricuti, Richard) me contó por primera vez el plan que tenía en mente. Eran unas Jornadas muy serias y masivas donde se discutiría la crisis que vivía la Universidad y el rol central que tendría en cualquier proceso de crecimiento económico inclusivo. El encuentro estaba acompañado de algunos efectos publicitarios como una bandera cubriendo enteramente una de las caras del Pabellón II.
El plan era muy ambicioso, pero Ricardo lo contaba sin estridencias. Daba la sensación de que todo estaba pensado, era razonable y al alcance de la mano. Se cumplió paso a paso poniendo a la crisis universitaria en la agenda pública.
Esto sucedió antes que nacieran la gran mayoría de los actuales estudiantes de Exactas.
Era otro mundo, casi una distopía: en 1988-89 la inflación arrasó con el gobierno de Alfonsín. Niveles que llegaron al 500% mensual (quinientos por mes!) pulverizando presupuestos y esperanzas.
La llegada de Menem no pudo calmar los precios cuando el mundo hizo lo suyo: en noviembre de 1989 caía el Muro de Berlin y un año después desaparecía la Unión Soviética.
Menem abandonó el poncho, afeitó sus patillas y se fue a jugar al tenis con Busch aplicando un severo ajuste que frenó la inflación con un costo social elevado.
Exactas hacía malabares para pagar la luz y el gas. Cuando la puerta se cerró impidiendo aumentos, los salarios quedaron a la intemperie luego de muchos meses de atrasos. No estaba claro que sucedería con la Universidad Pública. Fue en ese contexto cuando la bandera de remate, provocativa y visible, flameó sobre la Universidad Pública.
Los mas jóvenes se preguntarán, como llegamos al presente....
Carlos Borches
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