viernes, 29 de marzo de 2019

Cecilia Berdichevsky

Cecilia Berdichevsky sentada frente a la terminal de la legendaria Clementina

Nacida un 31 de marzo de 1925 en  con el nombre de Cecilia Tuwjasz,  nuestra protagonista se trasnformó en un ícono de la computación en Argentina usando el apellido de su esposo, el médico Mario Berdichevsky.

Su infancia trasncurrió en Avellaneda donde compartió aulas con quien sería otra colosal figura de la computación: Rebeca Cherep,  con los años Rebeca Guber

Terminado el secundario, Rebeca se fue a estudiar Matemática a la Universidad de La Plata, donde conoció a su marido, José Guber, que estudiaba Ingeniería. Pero Cecilia quiso canalizar su interés matemático por el lado de los estudios contables sumando solo frustraciones hasta que Rebeca la convenció para que se inscribiera en Matemática, donde su vida cambió para siempre.

En un artículo, Cecilia Berdichevsky cuenta sus recuerdos de los primeros pasos de la computación en la UBA, que marcaron el inicio en Argentina.



History of Computing and Education 2 (HCE2)
 IFIP 19th World Computer Congress, WG 9.7, TC 9: History of Computing, Proceedings of the Second Conference on the History of Computing and Education, August 21–24, 2006, Santiago, Chile

A continuación reproducimos parcialmente una nota cuya calidez e información original nos exime de mayores comentarios:


2005.03.31: Hernán Huergo: Para mi amiga Cecilia Berdichevsky, en su cumpleaños número 80.


Para mi amiga Cecilia Berdichevsky, en su cumpleaños número 80

(...)
La historia que voy a contar empieza en Vidzy, hace 80 años. Allí fue donde nació ella. En Agosto de 2003 ella estaba en un congreso en Vilna, muy cerca, y se hizo una corrida hasta sus pagos natales. Encontró su casa, casi un palacio de dos pisos, que fue una de las cosas que sobrevivieron el paso de los años en una ciudad castigada por tantas desgracias y matanzas. Siguiendo uno de mis vicios me puse a investigar Vidzy, por Internet, por supuesto. Y cosa curiosa, encontré un artículo de un tal Gershon Winer, que hoy tiene 84 años, que habla de cómo era esta ciudad en 1930, justamente el año en que la familia de Cecilia Tuwjasz dejó el lugar para emigrar a tierras lejanas. Ella tenía cinco años entonces. Vidzy, dice Gershon, que también vivía allí y se fue por la misma época, estaba ubicada en una zona preciosa, rodeada de lagos, bosques y termas naturales, muy visitadas por gentes de todos lados por sus poderes curativos. La población de Vidzy incluía rusos, lituanos, polacos, tártaros y una gran cantidad de judíos. “De la mejor estirpe”, me contó un día Cecilia. Había entonces una iglesia católica, una ortodoxa, una mezquita y tres sinagogas.

Vidzy sufrió las consecuencias de innumerables guerras: rusos contra suecos, lituanos contra polacos, alemanes contra rusos. Hace 500 años, Vidzy era parte de Lituania. Antes de la Primera Guerra Mundial pasó a ser parte de Rusia. Después de esta guerra se convirtió en parte de Polonia. O sea que Cecilia, que nació en 1925, es polaca. En Septiembre de 1939, después del pacto Stalin- Hitler, fue tomada por las tropas rusas. En Junio de 1941 las tropas alemanas la tomaron por asalto y los rusos salieron disparando. Finalmente, terminada la guerra, Vidzy se convirtió en parte de Bielorrusia hasta nuestros días.

En 1930, dice este señor Gershon Winer, las políticas del gobierno polaco eran cada vez más hostiles con los judíos, tenían mil obstáculos para poder trabajar, aunque eran la mayoría de la población. Muchos se vieron obligados a emigrar a otras tierras. A la luz de lo que pasó luego, el antisemitismo del gobierno polaco resultó una bendición para los que se vieron forzados a irse. Se salvaron de un destino horrible. El 5 de Abril de 1943 todos los judíos que vivían en el guetto de Vidzy fueron transportados al campo de concentración de Vilna para encontrarse con la muerte.

Pero los Tuwjasz, por suerte, ya estaban en la Argentina, instalados en Avellaneda. El padre de Cecilia murió a los pocos años y la madre se volvió a casar. Cecilia era única hija. En el colegio secundario, una compañera de colegio de Cecilia, Rebeca Cherep, le marcaría el destino. La que luego se convertiría en Rebeca Guber, tenía una personalidad tan luminosa y poderosa como la de Cecilia Berdichevsky. Sus destinos se encontraron muchas veces y, a partir de la década del 50 hubo una personalidad común en la vida de las dos que las mantuvo unidas para siempre, Manuel Sadosky.

Cecilia se casó con Mario Berdichevsky. Fue en el año 1951. Ruti, su sobrina de 5 años, muy orgullosa en su vestido de terciopelo azul, le llevaba la cola del vestido de novia. Parece que la plata se junta con la plata. Porque la familia de Cecilia, les cuento, tenía un excelente pasar económico. Pero los Berdichevsky no se quedaban atrás, eran una de las familias más poderosas de Avellaneda. “Mi suegro tenía 3 millones, mi padrastro nada más que 2 millones”, me contó ella un día. No sé si ya se los dije, pero Cecilia es una mujer incurablemente extrovertida. Aunque Manuel Sadosky me sorprendió cuando me dijo: “Cecilia Berdichevsky era una joven muy tímida”. Estábamos con Juan Carlos Fränkel, tomando el té con el maestro en su casa de Paraguay. ¿Cecilia muy tímida? Con Juan Carlos nos miramos. No estábamos seguros si estaba hablando de la misma persona que conocemos. Pero volviendo a lo que les estaba contando, estuve calculando que los 5 millones que sumaba Cecilia entre padrastro y suegro allá por el año 51 equivaldrían a unos 50 millones de hoy en día. Aunque ella dice que hoy no tiene tanto. En realidad dice que no le quedó casi nada.

Dicen que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Y supongo que detrás de toda gran mujer hay un gran hombre. Seguramente las dos cosas son ciertas en el caso de Cecilia y de Mario Berdichevsky, el médico, querido por todos. ¡Cómo lo querían en el Fiorito! Todo el hospital se unió a centenares de avellanedenses para llorar a gritos el día que murió, hace 14 años, un 1° de Julio. Manuel Sadosky recuerda la imagen de todas las enfermeras y médicos formados en las escalinatas del hospital, una ceremonia inolvidable. La Avenida Belgrano quedó bloqueada por la gente que vino a dar su último saludo al gran médico de barrio, sin importarles el frío ni la lluvia. Juan Carlos Fränkel me cuenta que hasta los enfermos se levantaron para ir a unirse a la multitud en la despedida final. Cuenta Daniel Arias que Mario fue un gastroenterólogo de primer nivel, el que trajo el endoscopio a la Argentina.

Cecilia había elegido seguir la carrera de contadora. Su amiga Rebeca Guber, la de Matemáticas. Pero nuestra amiga no estaba demasiado contenta de la profesión, que estuvo ejerciendo por unos diez años. Rebeca, por su lado, estaba fascinada con haber elegido la carrera de Matemáticas. No era para menos, lo tenía cerca al gran maestro, a Manuel Sadosky, responsable como pocos de la época de oro de la Universidad de Buenos Aires, de 1956 a 1966.

En 1955 Cecilia lo acompañó a Mario a una asignación por un año en Francia. Mientras tanto ella se dedicó a hacer estudios en el Centro Atómico SECLAY. El francés no fue problema para ella, llegó a dominarlo a la perfección. Rebeca y José Guber llegaron a Europa al final de ese año para recorrer un montón de lugares juntos. Me imagino que fue por esos días que Rebeca le dijo a Cecilia: “Vos tenés que venir a estudiar Matemáticas a Exactas, Cecilia, esa es tu carrera, te va a encantar”. Así que de vuelta en la Argentina, Cecilia, decidió hacer el gran cambio de su vida y se puso a estudiar Matemáticas. Era el año 1956, ella tenía 31 años. Sadosky era el profesor de Matemáticas para los ingenieros y para los matemáticos. “Le enseñaba más a fondo a los que seguían Matemáticas”, me confesó Manuel. Me sentí un poco discriminado cuando me dijo eso. “Cecilia estudió junto con mi hija Corita”, me contó. La hija de Manuel tenía entonces 16 años. Otra estudiante de ese mismo año, 1956, era Pilar Suter, que terminaba la carrera. Le pregunté a Sadosky cómo era Cecilia como alumna. “Una traga total. Por eso siempre estuvo entre los mejores promedios. Corita también era otra traga”.

Todo el mundo dice que la década de 1956 a 1966 fue la década de oro de la Universidad de Buenos Aires. Y muchos coinciden en que la figura principal de esos años fue justamente Manuel Sadosky. El logro principal de Manuel fue, seguramente, la creación del Instituto de Cálculo. La idea que él tenía era que para desarrollar la matemática aplicada se necesitaba una computadora poderosa. En 1957 inició el proceso para seleccionar una. Finalmente quedó elegida una computadora inglesa, la Mercury de la empresa Ferranti. El único problemita era cuánto costaba: 300.000 dólares. “Cuando se lo planteé a Bernardo Houssay, que era por entonces el director del CONICET, casi le da un síncope”, me dijo. Pero por suerte estaban Eduardo Braun Menéndez y Rolando García, simpatizaban con Manuel y con su idea, los dos vinculados con el CONICET. Rolando García era además el Decano de Exactas. Ellos sí estaban convencidos de la importancia del proyecto. Así que al primer día que faltó Houssay a su trabajo en el CONICET entre los dos se las arreglaron para aprobar la inversión. Houssay se quedó sorprendido, pero no enojado. Los ingleses se sorprendieron mucho más todavía, no lo podían creer.

La computadora, la famosa Clementina, que tenía 18 metros de largo, finalmente se instaló en 1961, inaugurando el Pabellón I de la flamante Ciudad Universitaria en Núñez. Cecilia recibió los primeros cursos de programación de Cicely Popplewell -famosa por haber trabajado con Alan Turing- y del español Ernesto García Camarero. Así se convirtió en la primera programadora de la primera gran computadora que tuvo la Argentina. En ese mismo año se seleccionaron dos personas para profundizar los estudios de programación en Inglaterra. Se buscaba gente muy confiable y con excelente promedio. Cecilia fue una de las seleccionadas. Así partió ella a Manchester a continuar sus estudios con Cicely Popplewell. Cuando volvió, en 1963, era una programadora super experta en Clementina.

Además de ser programadora y algo así como la guardiana de la máquina, Cecilia también era Jefa de Trabajos Prácticos de Cálculo Numérico I, donde el profesor titular era Sadosky. “Manuel daba las clases teóricas”, cuenta Betty Burzomi, “pero un día que no pudo ir apareció Cecilia para reemplazarlo”. “¿Y cómo anduvo?”, pregunté yo. “Renerviosa al principio, hasta que se le pasó. Después resultó que era muy clara. Ella era todo empuje, un cohete”.

Juan Carlos Fränkel, Marcelo Larramendi, Néstor Sameguini eran alumnos de la carrera de Matemáticas por esa época. Cecilia, además de docente, trabajaba con Clementina en el Instituto de Cálculo. Con el tiempo los tres alumnos también se incorporaron al Instituto de Cálculo, y se convirtieron en colegas y amigos de nuestra amiga. Las jornadas eran largas. Al fin del día se iban los tres y Cecilia a alguna cervecería elegida por Juan Carlos, el experto en el tema. También venían algunos cónyuges de los casados, Olga, Betty y, de vez en cuando, Mario el médico. Pero había veces en que el trabajo seguía hasta altas horas de la noche y se cancelaba lo de la cervecería, para desesperación de Juan Carlos. A veces la “hormiguita laboriosa”, como la llama Betty, se pasaba un poco de revoluciones. Como aquel Censo que se procesó una vez en el Instituto, interminable. Ese día Cecilia no volvió a su casa. Hasta que apareció intempestivamente el marido médico. Se la llevo poco menos que de los pelos. “Mírenla bien”, les dijo a todos, que nunca lo habían visto tan enojado, “porque hoy es el último día de Cecilia en el Instituto. Se acabó, nunca más la verán por acá”. Al día siguiente Cecilia reapareció puntualmente, como todos los días, para seguir trabajando con todo con el tema Censo.



Cecilia recorrió mucho mundo y muchos trabajos. Fue consultora de la primera hora en ACT, la empresa de Sadosky, Guber y Chamero. Trabajó en IBIZA, donde no se olvidó de sus amigos del Instituto de Cálculo. En 1984 se convirtió en Subgerente General de la Caja de Ahorro, a cargo del Centro de Cómputos.



Y, por supuesto, Cecilia trabajó y sufrió muchos años en SADIO. Fue vicepresidenta de Oliveros. Fue la representante en la IFIP por lustros y lustros, amada por todos. Pero quizás lo más importante de todo lo que hizo Cecilia en SADIO fue cuando organizó las 18 JAIIO en el Bauen, donde el "Cuero" Aráoz era el presidente del Comité Académico y ella la presidenta del Comité Ejecutivo. No sé qué estrella invitada tenían anunciada, que finalmente falló. Por suerte estaba por aquí Ramón Puigjaner, que fue convocado de urgencia por Cecilia. Como pueden imaginar Ramón no tuvo ninguna posibilidad de negarse. Era una orden. Se presentó y fue un conferencista de lujo de esas JAIIO, quizás lo mejor de una de las jornadas más memorables que se hayan organizado nunca. Cecilia, eternamente agradecida a Ramón.

“Cecilia es vital, incansable”, dice Juan Carlos. “Cecilia es muy emprendedora”, dice Marcelo, “una vez que se le pone algo en la cabeza no para más. Estando en la Caja se convenció de las bondades de la Tarjeta Chip. Fue una pionera del tema en la Argentina”. Para Marcelo Larramendi, la tarjeta chip era algo así como una solución a la espera de un problema, pero el problema ideal nunca apareció. Para Ruti, Cecilia era una adelantada a su época. Vio el tema diez años demasiado temprano.

“Cecilia es mi tía”, dice Julieta Burzomi, como si esa frase lo dijera todo. “Ella es divertida, emprendedora, alegre. En realidad es mucho más que una tía”. Yo me quedo esperando la explicación de porqué es la tía. Ella parece querer darme una pista cuando agrega: “Julia Oshiro, que también estaba en ACT, fue otra tía mía”.

Yo la conozco cómo trabaja en el grupo ICDL, es la presidenta. Les puedo decir que sigue siendo la misma hormiguita laboriosa. En cada reunión trae impreso todos los antecedentes de cada tema que quiere discutir. Usa un cuaderno donde anota todo con letra infinitesimal. Los deberes propios y ajenos quedan registrados en forma minuciosa. En cada reunión nos recita en forma implacable las cosas que no hicimos y las nuevas cosas que tenemos que hacer.

Sé de muy buena fuente que Cecilia fue muy linda toda su vida, sé por esa misma fuente que tiene amigos devotos en multitudes de lugares de este mundo. Sé de algunos pretendientes frustrados que la han perseguido sin descanso. Supongo que ya imaginan quién me ha contado todas estas cosas. Sí, es ella la que me cuenta de sus éxitos, por supuesto, ¡quién más! ¡Y pensar que Sadosky me dijo que ella era una joven tímida! Ella no sufre esa enfermedad llamada falsa modestia. Esta misma mañana me dijo con los ojitos sonrientes y coquetos que le conocemos: “Sí, soy octogenaria pero no parezco, no se me nota nada”. Y la verdad que tiene razón.

Nuestra amiga es una seductora empedernida, con éxito en todo el mundo. Porque he comprobado que cada vez que viaja la reciben y la agasajen en todos lados. Puede ser Inglaterra, puede ser España, o puede ser Francia, o mismo Estados Unidos. En cualquier punto de la tierra siempre tiene amigos íntimos que le abren sus puertas, la invitan a sus casas y la agasajan.

Ella es generosa como nadie. Y no lo digo sólo porque se pague los viajes que hace por SADIO o por ICDL, que deberían ser pagados por estas asociaciones. Lo digo también en lo personal. Como ese señor que le debía 25.000 dólares y un día, con mucha vergüenza, le confesó que no podía devolvérselos. “No importa”, dijo ella, "devolvémelos cuando puedas algún día". Nunca más se los reclamó. Fue él mismo, cuando la fortuna le volvió a sonreír, el que se acercó con el dinero y le dijo: “¿Te acordás que te debía esto?”.

Hablé también con Olga, su empleada de toda la vida. “Hace 43 años que trabajo con ella. Estoy muy orgullosa”. Ella también dice que Cecilia es muy alegre. Le pregunté por los viajes a Europa. “Ah, sí. Nunca me voy a olvidar de ese primer viaje, fue un regalo para mí, me enloquecí. Primero fuimos a París, 11 días allí. Después Londres, 4 días, Manchester 3 días. Después España, 10 días en Barcelona, 4 en Madrid. De allí a Italia, Roma, Venecia, Milán. Fueron 45 días. Visitamos los museos, las iglesias, hicimos todas las excursiones. Cuando volví me quedé pensando todo un año en los días que había vivido con ella. Después fuimos otras veces, pero ese primer viaje fue algo increíble. ¡Ella es así de generosa!”.

Cecilia a veces se enamora rápido de la gente. A veces se desenamora más rápido todavía. Estar en su lista de favoritos no es suficiente garantía para pasar de pronto a su lista negra. Volver de su lista negra a su lista de favoritos es un milagro que pocos puede contar. Los que están en su lista de amigos lo sienten como un honor y un orgullo personal, como me pasa a mí.

Para algunos la fama le dura 15 minutos. Para Cecilia, parece que no se extinguirá nunca. ¡Feliz Cumpleaños, querida Cecilia!

Hernán Huergo
31 de Marzo de 2005

Tomado del Blog  Dinos y dinas de la Informática en la Argentina
https://bit40-dinos.blogspot.com/2015/07/310372005-para-mi-amiga-cecilia.html

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